El tratamiento se aplicará en aquellos casos en los que se considere la relación beneficio riesgo es superior a la observación y control periódico del tumor hallado. Si es así, se estudiará la posibilidad de realizar una resección del tumor.
Los factores que influyen en esta decisión son el grado de malignidad estimado del tumor, la extensión del mismo, su localización anatómica, el estado físico del paciente, su edad y las otras patologías que pueda padecer. En caso de tratarse de una metástasis, será muy importante saber si existen otros focos tumorales en el cuerpo y si están respondiendo a tratamiento.
Si el riesgo es aceptable, se intentará la resección tumoral quirúrgica en el máximo porcentaje posible. En ocasiones el beneficio que podremos obtener de una resección agresiva será muy poco o durante un plazo de tiempo demasiado corto por el ritmo de crecimiento o reproducción del tumor, o bien el riesgo de secuelas neurológicas severas es demasiado alto. En estos casos se planeará la obtención de tejido tumoral mediante una biopsia para saber qué tipo de tumor es y determinar las opciones de tratamiento.
Con el resultado del exámen anatomopatológico del tejido tumoral se estimará la necesidad de un tratamiento adicional como la quimioterapia o la radioterapia, con lo que el paciente sería dirigido a la correspondiente especialidad médica para iniciar dicho tratamiento.
Por lo general, los tumores malignos primarios del cerebro se beneficiarán de un tratamiento combinado de quimioterapia y radioterapia, que suele iniciarse alrededor de un mes tras la cirugía.
Algunos casos de tumores benignos del nervio acústico y algunas metástasis de pequeño tamaño con difícil acceso pueden tratarse mediante la radiocirugía, que consiste en la administración de radioterapia en un foco muy concentrado como los referidos. Este tratamiento se lleva a cabo por el equipo de radioterapia tras haberse considerado las opciones quirúrgicas de forma conjunta con el especialista en neurocirugía.