Mediante una incisión horizontal en un lateral del cuello se accede a la fascia del músculo platisma, que se abre cuidadosamente. Inmediatamente por debajo se encuentra el músculo esternocleidomastoideo (ECM), en el lateral, y los músculos tirohioideos, esternohioideos y omohioideos medialmente; entre estos se practica una disección cuidadosa que conduce directamente hasta el espacio vertebral anterior.
Debe tenerse especial cuidado del paquete vasculonervioso (formado por la carótida, yugular y el nervio vago), el esófago y la vía aérea medialmente. Finalmente, encontramos la fascia prevertebral, y flanqueando las vertebras y los discos, los músculos longus colli, que debemos separar para acceder a los discos.
Llegados a este punto, se lleva a cabo la microdiscectomía: con el uso de un microscopio, se incide y se extrae el disco a tratar, hasta llegar al ligamento común posterior, que se libera, para poder visualizar la duramadre que envuelve la médula. Esto permite asegurarse que la compresión sobre la médula o la raíz nerviosa ha sido eliminada.
Con la ayuda de fluoroscopio intraoperatorio, se coloca la caja intersomática de la medida correspondiente, y en la mayoría de los casos una placa metálica anclada a las vertebras superior e inferior, y se procede a la sutura quirúrgica.
En aquellos casos más complejos en los que la compresión medular este originada por la vértebra, puede practicarse una extirpación de todo el cuerpo vertebral y sustituirlo por un dispositivo mayor. Existen múltiples tipos de cajas intersomáticas: macizas o con injerto óseo, de titanio o polímero (PEEK), con distintos tipos de anclaje. Estas deben adaptarse a las características individuales de cada paciente.