El tratamiento convencional del Parkinson se basa en la utilización de fármacos que intentan compensar el déficit dopaminérgico nigroestriatal. No obstante, en la actualidad está demostrado que el tratamiento farmacológico no permite controlar las manifestaciones clínicas de la enfermedad indefinidamente. De hecho, al menos al 50% de los pacientes tratados de forma convencional les surgen complicaciones importantes, en forma de fluctuaciones de la movilidad, discinesias, alteraciones psíquicas y del control autónomo, que perturban gravemente el control terapéutico y conllevan una incapacidad funcional. El cuadro clínico se agrava con la existencia de deterioro de la respuesta farmacológica: alteraciones de la postura, del lenguaje, bloqueos de la marcha, congelamiento y caídas.
FALTA DE PERSPECTIVAS FARMACOLÓGICAS
La falta de perspectivas farmacológicas a medio plazo que permitan tratar o prevenir estas complicaciones, junto a diferentes avances como el mejor conocimiento fisiopatológico de las estructuras implicadas en el origen del síndrome parkinsoniano, los notables avances tecnológicos que han mejorado las técnicas de neuroimagen, el desarrollo de nuevos software quirúrgicos, el monitoreo durante la operación y el perfeccionamiento de algunas modalidades quirúrgicas, han contribuido a que se mantenga el interés por el tratamiento quirúrgico de la enfermedad de Parkinson.
CIRUGÍA
La cirugía estaría indicada cuando el tratamiento farmacológico no logra controlar los síntomas del paciente durante todo el día, afectando notablemente su calidad de vida. Hay que recordar que la enfermedad de Parkinson en la actualidad no tiene cura, pero los beneficios obtenidos mediante la cirugía son realmente importantes. Se pueden lograr mejoras muy significativas en el movimiento, así como una disminución en la rigidez y los temblores de los pacientes. Por otro lado, permite reducir la medicación, lo que evita los efectos secundarios de los medicamentos a largo plazo.